7 de noviembre de 2010

consejos del adiestrador



Que quiere trasmitir sus pensamientos para ayudar a Cristina Fernández. Que como era suficientemente inteligente, Néstor Kirchner era consciente de que “llevó el país hacia un callejón sin salida”. Y que, eso, la inminencia de una crisis económica, lo angustiaba. Que para que Cristina pueda terminar su gobierno “con dignidad” y “reduciendo al mínimo inevitable el sufrimiento de los argentinos” debe evitar “acentuar los enfrentamientos entre sectores y fracciones políticas”, porque “las consecuencias pueden ser muy graves”. Que ha aumentado la “confrontación violenta” y que la situación no dista demasiado de la de 1974, cuando murió Perón. Y que “hay que decirle la verdad” a la Presidente.

El autor de estos consejos es Domingo Cavallo. Publicó esto en su página de internet el 28 de octubre. Dice, ahí, Cavallo, que escribía mientras volaba desde Washington a Madrid. Son, entiendo, amenazas. La musiquita de las palabras no dista demasiado de lo publicado en estos días en La Nación, Clarín, Perfil. Pero este es el héroe del FMI, el amigo de los mercados, el paladín de las privatizaciones, el que enseñó a hablar a los loros de la pampa. El adiestrador está en vuelo, y por dónde: eh, muchachos, los de Madrid, los de Washington, guarda con este, atenti al cotorreo.

Lo sé desde la secundaria: el que se calienta, pierde. No hay que perder el humor: el otro día vi la maestría de Artemio con Caparrós, en TN, y me dije claro, es por ahí. No hay que perder el humor con los cínicos individualistas, ni con los iluminados, ni con los obsecuentes del statu quo. ¿Y con Cavallo? Va a ser difícil.

Porque Cavallo ha sido el mal en la Argentina durante largo tiempo. Ya desde la dictadura, con el traspaso de la deuda privada al estado. Es el ideólogo del desguace, el flautista billete. Menem primero y De la Rúa después lo tuvieron como ministro-faro y siguieron sus consejos. El crack de 2001 fue espeluznante: desde su creación hasta su muerte, Cavallo optimizó a su criatura, la convertibilidad, en la tarea de exprimir lo más más más posible a este país. Liquidó la industria, puso a tope la deuda, destrozó las herramientas del estado. Recuerdo el Centro de Buenos Aires en plena noche, la desolación de la gente revolviendo basura, buscando comida; recuerdo el éxodo de cientos de miles, Ezeiza repleto de argentinos que emigraban; recuerdo los muertos por la represión. Y recuerdo una mañana en Palermo en la que vi un grupo que iba dejando una estela a su paso. Descubrí, en el epicentro de ese grupo, a Cavallo. Estaba de caminata. Además de los evidentes custodios pude distinguir a otro que conocía: Rosendo Fraga. Este que ahora, al ratito de la muerte de Kirchner, ya escribía del futuro aconsejable. Aquella vez iban a buen tranco, porque los puteaban con énfasis, con fluidez, con resentimiento. Los seguí un rato, me gustó la escena. No parecía que la caminata les fuera muy saludable.

Mis viejos primero, y mi hermano con su mujer y sus hijos, se fueron a España por entonces. A probar suerte, a buscar algo de paz, no sé. El país les era insoportable. Las imágenes de Ezeiza en la despedida. Yo me quedé. Quizás porque tengo muy presente que cuando era chico a mis viejos, que son españoles, se los percibía heridos por haberse ido, por haberse venido para acá. Y recuerdo haber pensado, mientras acompañaba a la comitiva espontánea que puteaba a Cavallo, que el tipo había incidido definitivamente en mi historia personal, que mi familia se había ido, en gran parte, por su operatoria. ¿Cómo se miden el dolor, los desastres, las muertes que engendró Cavallo? Como tantos otros, durante la gestión de Kirchner, mi familia volvió. Les ha ido bastante bien en estos años, pero tienen la sensación de que tendría que irles mucho mejor, y que no les va mejor por el gobierno. (Tengo que escribir sobre el síndrome de clase media “Yo, yo, me merezco mucho más”).



Si se cotejan los consejos-amenazas actuales de Cavallo para el futuro con los hechos de aquellos meses de fines de 2001, cuando él estaba al frente de la economía, puede calibrarse el valor de sus palabras por estos días. Tal vez un buen parámetro, entre varios, vendría de comparar dónde desembocó la Argentina tras seguir las directivas del alumno favorito del FMI y dónde está el país actual luego de que Kirchner decidiera pelear por una quita de deuda que resultó un hito en la historia mundial e impidiera que el Fondo monitoreara cuentas locales y digitara políticas públicas. Cavallo y sus loros dicen que no les gusta la confrontación, la pelea, pero ya ven: cuando los que están enfrente son sanguijuelas finas, vale la pena.