12 de julio de 2010

gracias por el juego




--Grité con ganas el gol de Iniesta. Que perdiera Uruguay en semis me sacó del aprieto de tener que elegir entre unos y otros. A contramano de muchos por acá, prefería que ganara España, que se les diera a ellos. Mirado en perspectiva histórico futbolera es como si para este Mundial se hubieran intercambiado los chips: de un lado aquella exquisitez de Holanda, que los llevó a las finales del ’74 y del ’78, mutó en estos carniceros prácticos, veloces y rompetobillos; del otro, la antigua furia, sin vocación para hacer más de cinco pases seguidos, transformada en este manejo fabuloso de la pelota, circulación precisa por todo el campo, con defensores capaces de hacer un cambio de frente exacto y de generar en la ofensiva, con ese mediocampo artesanal que componen Xavi, Iniesta, Busquets, Xabi Alonso, más Fabregas cuando entraba. Está bien, les faltó gol, ganaron los partidos definitivos 1-0: pero qué manera de generar chances. Les faltó centrodelantero, con ese Niño Torres tan mal aspectado (Domenech no lo hubiera puesto, seguro) que no embocó una y se rompió a último momento. Pero anduvieron bien Pedro y Navas, cuando les tocó. Y Villa, que se hizo cargo de los goles. Qué lindo juega España.



--Sí, de acuerdo, es el Barcelona reforzado con Casillas (qué mano a mano le tapó a Robben), los laterales, alguno más. Messi, que se fue del Mundial sin hacer un gol, hace en el Barça los goles que aquí le faltaron a España. En la final les tardó más que nunca. Ya imaginaba a mi padre despotricando otra vez contra cómo los árbitros bombean contra ellos. No le iba a faltar algo de razón: recuerdo un codazo criminal de Tassotti a Luis Enrique, en México ’86, y el robo alevoso que sufrieron contra Corea en 2002. Webb, el inglés que dirigió ayer, debe ignorar este asunto de la roja directa: qué manera de pegar los holandeses. Van Bommel y De Jong debieron ser expulsados en el primer tiempo. ¡De Jong le dio una patada de kurate a Xabi Alonso en medio del pecho! Para mí que España no lució tanto como contra Alemania por esto: corrían riesgo sus vidas. Así que por momentos también repartieron un poco y se ligaron cinco amonestados por faltas que parecían tonterías al lado de los intentos de homicidio de los holandeses, que se llevaron ocho amarillas y, cuando faltaban unos minutos, ya en segundo del suplementario, una roja. Y Del Bosque tranquilo: yo querría un abuelo así. Por fin llegó el gol, cuando faltaba muy poco ya para los penales. Y qué simbólico que fuera de Iniesta.



--Muchos aquí preferían que ganara Holanda. Hijos o nietos de españoles, incluso. Ayer, en el programa 6-7-8, se esbozaban algunas razones: el papel de las empresas hispanas en las privatizaciones, cierto desprecio que se percibe por lo sudamericano en general y por lo argentino en particular. Competencia entre la madre patria y la propia patria. Uf: vivo ese asunto desde la infancia. Reapareció en mi memoria en estos días un ex compañero universitario, del que solo recuerdo sus reparos ante las nacionalidades, las banderas. Hay distintas Españas y diversas Argentinas. El asunto es mirar con atención, abrir el juego, observar componentes, direcciones. He visto en la prensa española cómo se burlaban de una nena paraguaya o de un mendigo alemán, pero eso no es España: son salames equiparables a un Rial, a un Tinelli, que tampoco son, exclusivamente, Argentina. Por supuesto que el conjunto de acciones y pronunciamientos terminan armando un color, y que ahí puede inscribirse el apoyo de Aznar a la invasión de Bush a Irak, la mirada peyorativa sobre Chávez y Evo Morales, la apreciación de la inmigración, pero de eso que se critica allá también hay (había y habrá) bastante acá.

--En tren de forzar interpretaciones, con cuatro equipos sudamericanos, tres europeos y un africano clasificados para cuartos de final, se machacaba con un triunfalismo facilón: Sudamérica potencia, Europa en crisis. Si se juega como se vive, etc. Bueno: no es tan lineal. Ni tan sencillo. Subida a esta ola, creo, flota esa apreciación sobre una España abominable. En términos futboleros, que de eso es el Mundial, de fútbol, la selección española transformó su pura furia tradicional en un equipo que siempre apostó, aun perdiendo con Suiza de entrada (ese partido tan decisivo), por la calidad y la belleza, la solidaridad y la inteligencia. Así que salud, España, y gracias por el juego.





11 de julio de 2010

cuando juega Uruguay



--Había mucho convencimiento en los jugadores uruguayos, conciencia de virtudes, carencias y lineamientos del proyecto que encabezó Tabárez. Pasó igual con las campañas en este Mundial de Chile y Paraguay, con Bielsa y Martino en las respectivas direcciones técnicas: cayeron en distintas etapas ante equipos grandes, explotando al máximo sus posibilidades. Uruguay tuvo un plus: Forlán. Y esos dos pelados inagotables, recuperadores y criteriosos con la pelota: Pérez y Arévalo Ríos. Ambos decisivos en esos dos golazos a Alemania. No merecían perder: el tiro libre en el travesaño, al final, reafirma eso. Era para empate y luego más, adicional, que estaba lindo el partido.
--Hay una belleza en la noción de conjunto, de asociación, de sacrificio en pos del funcionamiento de un grupo, que es en un punto el equipo y por (fantasiosa) extensión épica la nación: veintitrés seleccionados que representan a un país, pongamos. No será casual la foto de todo el plantel en la previa al partido. Pasa, además, que me caen muy bien los uruguayos, por alérgicos al neón, al alardeo, a la demagogia. Consustanciarse como ellos lo hicieron con el juego es una hermosura: si desde acá, tras la pantalla, fue un placer verlos, habrá sido extraordinario, para ellos, la experiencia de vivirlo.
--Seguimos cantando con Jaime Roos, ahora que está por terminar el mundial, que vamo, vamo arriba la celeste.

4 de julio de 2010

triste, amargo, final



Una trompada de Muhamad Alí, dijo Maradona. Y parecía noqueado, nomás, en la conferencia de prensa. Los jugadores, un rato antes, al fin del partido, mientras recibían los abrazos de consuelo, también lucían KO. Se acabó lo que se daba, es la hora del adiós. Era linda la historia del Diego otra vez al frente de la Selección, esta vez desde del banco, con sus ganas conmovedoras, su pasión infinita, su barba, su traje, su rosario, su carisma de héroe retobado, su paternalismo querendón con los jugadores. Pero esta vez no hubo suerte ni juego lucido y sí hubo, del otro lado, una maquinita aceitada e implacable. Quién podrá decir que Alemania no mereció ganar.




Amaneció húmedo pero enseguida el cielo se despejó, como si el clima intuyera la necesidad de una jornada primaveral acá, en Buenos Aires: todo habría sido más amargo con un día gris, frío, lluvioso. Celeste y blanco por todas partes. Víctor Hugo Morales transmitía, hoy, algo adelantado respecto a las imágenes en la televisión, así que supimos del gol un instante antes de verlo. Aunque los jugadores argentinos declararon, después, que sabían de la peligrosidad de los alemanes en pelota parada, en el tiro libre que abrió tempranito el partido se vio que los tres atacantes que arremetieron a conectar el centro habían sacado un paso a los defensores. A los tres minutos Argentina perdía uno a cero. Nunca, en lo que iba del Mundial, había estado abajo en el resultado. Nunca había perdido. Y nunca había terminado un partido sin convertir algún gol.



--Alemania pudo haberlo liquidado en los primeros veinte del primero, porque Argentina acusó el impacto. Recién desde ahí, y hasta los veinte del segundo, se tuvo la iniciativa, se generaron chances, se pudo haber empatado. Y luego fue la debacle, en la que tuvo su peso la diferencia física (velocidad, despliegue), el desgaste y el creciente desequilibrio que implicó ir a buscar emparejar y el tembladeral defensivo que fue el flanco derecho: por allí generó, Alemania, los ataques que derivaron en sus cuatro goles. Notables las actuaciones de Müller, autor del primero, Klose (hizo dos) y Schweinsteiger (que no parecía nerviosho, la verdad), que tras una jugada enorme en el área se la sirvió a Friedrich, que marcó el tercero.



--Es curioso que Messi se vaya del Mundial sin haber hecho goles. Algo de mala suerte y de pelota garcha, alguito de merma de puntería, algo de jugar más retrasado que de costumbre, la opción de Maradona para no dejar fuera a Tevez o a Higuaín. Está claro que no lució aquí como en el Barcelona, pero siempre es un placer verlo jugar. Fueron conmovedoras las entregas de Tevez y de Mascherano a lo largo del torneo. Pareció, en el balance, que al mediocampo le faltó plasticidad, mayor fluidez de juego, pero ya está: eso no quitó la producción de muchísimas llegadas contra los arcos rivales. Hoy menos, sí, y menos claras, pero Argentina siguió generando ofensivamente: Di María (en su mejor partido), Tevez, Higuaín, Messi y hasta Pastore, que entró cuando la cosa se dirigía a la catástrofe, tuvieron sus chances. No era el día.



--Maradona había dicho, en la previa al debut, que el equipo andaba por los seis puntos y medio. Ayer, antes de Alemania, evaluaba que estaba en ocho. El 4-0 en contra lo desmiente, rotundo, pero eso no implica que la actuación de Argentina haya sido un bochorno. La eliminación fue un golpe duro, el cross a la mandíbula de Arlt, la piña de Alí. Puede anotarse, también, que la Selección volvió a ubicarse entre las ocho mejores del mundo, como en 2006 y 1998. Claro: se iba a por el título. Y había con qué: futbolistas extraordinarios en todas las líneas, que juegan en los mejores equipos del mundo, que generaron largos pasajes de buen fútbol en el torneo y le pusieron garra. Y estaba el Diego, su pasión, sus ganas, su leyenda en juego. Queríamos tanto verlo ganar, otra vez. Lo van a prender fuego y va a renacer, como acostumbran, como acostumbra. Acá queda agradecerle por su forma de involucrarse hasta los huesos para protagonizar historias futboleras. No fue un final feliz, pero hasta esta instancia hubo buenos tramos de felicidad y cabe, en esta hora triste, evocarlos, no perderlos de vista, acaso celebrarlos.

--Maldición.


2 de julio de 2010

la violencia




--Niño, a vos, que no te toquen un pelo. La expresión suele enmascarar la amenaza de agresiones mayores, pero acá es literal: hablo de un pelo. Que no te toquen: te avasallarían. Es tu derecho. Te quieren manipular. Las abuelas que buscan nietos desaparecidos, los organismos de derechos humanos, los señores del gobierno. Quieren entreverar tu historia dulce y limpia con las masacres del genocidio. Y no. Esta mujer dulce y limpia, preocupada por la verdad y la justicia y tu bienestar, es desde siempre tu madre. Y la quieren molestar. Como a vos, y a tu hermana. Los quieren humillar. Sacarte una muestra de sangre es violento. Tanto como querer entreverar tu origen con personas que fueron secuestradas, torturadas, asesinadas, calcinadas, desaparecidas. Que esas personas hayan pasado por eso no te obliga a vos a entregar un pelo. No hay pruebas. Tu madre es esta otra, una víctima. Hazle caso: que la sangre del laboratorio no se mezcle con la del fusil. No te dejes conmover por las historias violentas, las que hablan de los muertos, las que dicen que masacraron a tus padres reales. Vos sos este otro, niño. Uno que busca su propio destino.